Me sumerjo una vez más en tus ojos azules. Y puedo leer todo lo que no me dices. Es extraño, nunca me había pasado, pero me tranquiliza saber que a ti tampoco.
-Es raro.
-No es raro.-me dices- Es difícil.
Y seguimos hablando. Tenemos tantas cosas que decirnos que nos interrumpimos continuamente, terminando uno la frase del otro, ávidos de saber, de conocer todos los detalles de hechos absurdos. Y así, la noche va consumiéndose en su silencio, en nuestra conversación, en la promesa de llamarnos al día siguiente… Apenas nos conocemos, y me da pánico despedirme por si mañana cuando despierte todo ha sido un sueño, pero al coger el móvil por la mañana… ahí está. Un mensaje tuyo, diciendo todo lo que yo no tuve valor de decir por la noche.
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