Y me paro, me calmo, respiro. Y
vuelo a respirar, y me vuelvo a alterar. Pasos cortos, pasos rápidos. Me
estalla el pecho y escucho cómo discuten mi cabeza y mi corazón. Sólo que esta
vez ambos me piden a gritos olvidar. Y yo respiro y asiento. Porque es lo que
quiero: respirar y olvidar. Pero los tres sabemos que cuando tenemos calma, sólo
es una pausa mientras llega la siguiente tempestad. Sigo confiando en que esto
ya no sea una tempestad, sólo los últimos coletazos de una tormenta tropical.